miércoles, 28 de diciembre de 2011

Nuestros muros resisten.

Cumpliéndose este año que ya finaliza el vigésimo aniversario de Librería Europa y habiendo cumplido este mes de diciembre Pedro Varela un año en prisión -por el flagrante delito de editar y vender libros-, quiero transcribir aquí la última carta, y ya van 47 desde que comenzó esta magnífica iniciativa, que ha publicado Pedro Varela, ésta vez, así como las anteriores durante el último año, desde la cárcel, en Can Brians 1 de donde todos los clientes de Librería Europa, simpatizantes y amigos de Pedro Varela, queremos que salga lo antes posible. Valga la publicación de esta misiva en mi blog como pequeño homenaje a su persona y cómo no, a la causa que defiende aún a riesgo, como ha quedado demostrado, de ser privado de libertad y de sus derechos civiles.

¡Feliz año 2012 Pedro!, esperemos que sea el año de la LIBERTAD.




Puedo imaginaros a todos, rostros conocidos y amigables, reunidos en la ya veterana sala de conferencias, donde nuestros leales camaradas de los inicios os expondrán la parquedad de los medios con los que se abordó la obra que daría paso a esta ya reconocida librería: pequeña en lo físico y grande en lo espiritual.

Inocente y sencilla, de buen principio despertó, sin embargo, el odio y la animadversión de nuestros seculares enemigos. ¿Por qué?

Ya entonces nuestros abogados nos advirtieron sobre la necesidad de cerrarla antes de que lo hiciera el poder. Pero de esto hace ya 20 años. Y aquí seguimos. Aunque ahora su regente deba trabajar en un despacho volante tras los muros de un centro penitenciario.

Quizás alguien os relate los innumerables ataques sufridos, auténticas “Cruces de Hierro” ganadas a pulso, que lucen en su pecho nuestras secretarias y colaboradores. No el menor ha sido también el último, que una de nuestras más eficientes trabajadoras puede explicar en persona.


Que un editor o librero deba participar entre rejas en este aniversario sólo demuestra una cosa: que, emulando al Hamlet shakespeariano, “algo huele a podrido en el Reino de Catamarca”. La secta “anti-fascista” en la ciudad condal se cree dueña y señora de nuestros destinos. ¿Lo es? No, en un “pequeño poblado de la Galia”, en la calle Séneca de Barcelona, los locos aún resisten. ¿Locos? “No es cierto que los locos digan las verdades, sino que los que las dicen son tenidos por tales”, diría acertadamente nuestro Baltasar Gracián. Esos galos impenitentes, sois vosotros. Y la pócima mágica que os otorga una fuerza inconmensurable es vuestra indomable fe en la verdad.

No tenéis miedo, por eso carecéis de alas para salir volando. El ratón, en cambio, se queda paralizado de pavor ante la serpiente, que aprovecha esa pasividad para engullirlo.

¿Pueden volver a secuestrar libros? Sí, pero nosotros podemos volver a editarlos. ¿Pueden volver a lanzar adoquines para destruir la librería? Sí, pero nosotros volveremos a reconstruirla. ¿Volverá el fiscal que odia a enviar a sus esbirros para intimidar a la población? Contad con ello, pero nosotros no les rehuiremos. Por el contrario, denunciaremos sus arbitrariedades y prepotencia cuantas veces sea necesario.


Los que estáis hoy aquí no sois solamente “clientes” de la librería. Sois una comunidad juramentada por la libertad, de ciudadanos por la libertad que no se dejarán avasallar. Sólo por eso nuestra existencia es posible.

¿Cuánto tiempo más aguantará la librería Europa abierta? Tanto como vosotros estéis dispuestos a luchar. Porque sigue siendo válido el axioma vikingo: “Donde hay una voluntad, hay un camino”. Podéis comprobar que incluso en el personal se ha producido una renovación generacional. El día que la sangre a ambos lados del mostrador no se renueve, ése será el final.

Pero juventud sin veteranos es un “valor bengala”. Luce mucho por poco rato. Los veteranos, por el contrario, han demostrado ser corredores de fondo. Son tan necesarios como los jóvenes. Para observar, guiar, aposentar y templar.

En todas las culturas se ha escuchado y venerados a los ancianos y admirado a los jóvenes. Sólo nuestra época siente una tendencia enfermiza a la eterna juventud y un preocupante desinterés por nuestros mayores y antepasados.


En esta casa, el éxito ha estribado, precisamente, en la sabia mezcla de sangre joven con los

espíritus más experimentados. Y con ello me refiero tanto al equipo de administración, producción y comercialización, como al de edición y corrección —recordamos aquí a nuestro querido señor Vargas, pieza clave del equipo humano de esta casa, que forma ya entre los luceros—; como a quienes hicieron posible su existencia —no podemos dejar de mencionar al señor Ibáñez y su equipo de constructores en 1991—; a los equipos de jóvenes que han hecho posible la continuidad de las conferencias culturales durante decenios, a pesar de que, a veces, se preguntaban si valía la pena continuar —¡pero ha valido la pena!—; al círculo de lectores que, unidos por el espíritu de nuestros autores —no podemos olvidar al más veterano de la casa, J. Bochaca—, han dudado, se han interrogado, han analizado y discernido con criterio para averiguar lo que es verdadero o falso, bueno o malo, beneficioso o perjudicial.

No podemos dejar de recordar a los numerosísimos conferenciantes que, en estas dos décadas, han tenido la valentía de hablar con franqueza y conocimiento a contracorriente; ni a los autores que, pese a todo lo que ello significa, han optado por nosotros a la hora de publicar sus libros.


Y una mención especial merecen nuestros más jóvenes lectores, que siempre con un buen libro bajo el brazo, han visto a tiempo la necesidad de abandonar regularmente la ciudad y lo que ella supone —ruido, discotecas, materialismo, hedonismo, caos multicultural, alcohol, tabaco— para volver a la naturaleza, la tradición, la identidad y la Patria, ascender “las grandes catedrales de la tierra” —en hermosa expresión de Gaston Rebufat— y descubrir el maravilloso mundo de la música clásica bajo las estrellas. Ése es nuestro gran éxito, cuando libros transforman los corazones y la cultura es vivida en la cotidianeidad, entonces una librería no es sólo un museo histórico o una última “reserva” cultural, sino un motor de futuro que educa nuevas generaciones de ciudadanos en el idealismo, la vida creadora y la fe.

De ahí que pueda considerar hoy nuestra actual situación en prisión, no como una afrenta, sino como un honor: son sólo circunstancias del servicio.

La compensación a los sinsabores y la lejanía es evidente hoy aquí: os tengo a todos a mi lado y Librería Europa sabe que cuenta con vosotros, como mínimo, durante otros veinte años, si no más.


Pedro Varela