martes, 1 de noviembre de 2011

La puta calabaza.

Un año más -y van unos cuantos desde que en España se introdujo la mamarrachada ésta de Halloween- sigo viendo por las calles, por televisión y hasta en algún que otro periódico cuando se acerca el día 1 de noviembre, gente haciendo el gilipollas y no saben de qué manera, disfrazados con todo tipo de indumentarias de las cuales lo más suave que se me viene a la cabeza para definirlas es que son vomitivas. Vomitivas, sí, esa es la palabra, me da angustia ver a gentuza vestida con harapos negros, la cara pintada de blanco y churretazos rojos imitando sangre, me dan náuseas de ver esos pelos enredados en la cabeza de algunos que vete tú a saber qué tipo de compuesto químico han usado para conseguir dicho efecto, asco me da ver a tíos con los huevos negros desde hace lustros payaseando con dentaduras postizas y lentillas de los más diversos colores y más asco me da ver a soplapollas imitando de manera ridícula, posiblemente efecto de alguna que otra copa de más, el movimiento de un "muerto viviente", con gestos más propios de alguien con algún tipo de retraso mental que de un zombie en sí. Y si no lo digo reviento, estoy hasta los mismísimos cojones de ver calabazas con agujeros desde hace un mes allá por donde piso.

Por favor, ya basta de importar cultura de mierda, ya está bien de hacer nuestras, fiestas y costumbres ajenas a nosotros, que nada, absolutamente nada, tienen que ver con nuestra idiosincrasia, identidad, cultura y tradiciones. Desde mi humilde punto de vista, creo que España tiene las suficientes tradiciones, fiestas populares y fechas conmemorativas, como para que vengan cuatro imbéciles a vendernos fiestas y celebraciones estúpidas con el único fin de sacar rédito económico de las mismas, si no, ya me diréis qué polla pintamos los españoles celebrando Halloween. Vas a un centro comercial, calabazas por doquier, pasas por la puerta de una peluquería, un puto letrero con la puta calabaza como protagonista para que te hagas el peinado de moda de esta celebración, abres el periódico de buena mañana y te encuentras con un reportaje a doble página y a cinco columnas ensalzando la jodida fiesta, y así podría seguir hasta que se me quebraran los dedos de pulsar teclas.
Que un local de copas quiere celebrar una fiesta privada usando Halloween como reclamo, para llenar sus pocos o muchos metros cuadrado de indigentes intelectuales sin nada mejor que hacer que disfrazarse como he descrito anteriormente, y así pasar una noche más de sus desgraciadas, estúpidas y vacías vidas, pues bien, allá cada cual con su persona y dinero lo que hace, y por supuestísimo que pueden hacer lo que les venga en gana. Pero que en España, tengamos que aguantar el bombardeo incesante de publicidad que cada año con más ahínco cuando se acercan estas fechas, se le hace a Halloween me parece cuanto menos indignante, y me quedo corto con el adjetivo. ¿Cuánto tiempo falta para que empecemos a celebrar en España y por extensión en Europa el día de la independencia de Estados Unidos?, o lo que sería peor aún, ¿llegará el día en que en este país celebremos el Yom Kipur judío?, dinero, globalización y pensamiento único mandan, así que tiempo al tiempo.

Para mí, el día 1 de noviembre seguirá siendo el día en el que imbuidos en este acelerado ritmo de vida que llevamos, dedicamos unos minutos o unas horas al recuerdo de nuestros seres queridos que ya no están con nosotros, acercándonos allá donde estén enterrados para acompañarles y honrar su memoria, y los que por circunstancias inevitables como trabajo no podemos estar cerca de ellos, echar la vista atrás, y sacar una pequeña sonrisa al acordarnos de los buenos momentos que nos dejaron y todo lo que nos enseñaron. Es el día para celebrar a aquéllos a los que la Historia no cedió unas líneas, pero que dejaron una honda huella con su comportamiento en los corazones de los que estuvimos cerca de ellos.
Para mí, el día 1 de noviembre ha sido, es y seguirá siendo el día de las cubetas llenas de agua y bayeta en el cementario, el día de las rosas, claveles y crisantemos, el día de mis paisanos del pueblo echándose una mano los unos a los otros para subir unas flores a un nicho que está en la última fila, el día de las velas, esas velas de toda la vida recubiertas con plástico rojo encendidas mientras quede cera que quemar, y retrotrayéndome aún más, el día de las campanas tocando a difunto toda la noche en las oscuras noches de un pequeño pueblo de la campiña norte de Jaén, recuerdo de infancia porque a día de hoy esto de las campanas ya no se hace, y porqué no decirlo, el día de llenar de gachas las cerraduras de todo hijo de vecino, con especial hincapié en "las escuelas" y otros lugares simbólicos del pueblo, algunos sabréis de lo que hablo, jeje.
En definitiva, para mí, el día 1 de noviembre es el Día de Todos los Santos. Valga este artículo para honrar la memoria de todos aquéllos a los que he querido y me han querido y que por desgracia y ley de vida, hoy no los tengo cerca.