jueves, 22 de abril de 2010

Tan callando.

Corría el año 1997 , puede ser que 1998, no lo recuerdo con exactitud, y estando yo en clase de Lengua y Literatura, Don Patricio, el profesor de la misma, nos contaba una anécdota que me quedó grabada a sangre y fuego , al igual que otras muchas contadas por otros tantos profesores a lo largo de los años, que han ido acumulando una gran cantidad de conocimiento absurdo en mi cabeza que como en el artículo de hoy, de vez en cuando sale a relucir.

Pues bien, la historia no es otra que un buen día, paseando él por la calle (Don Patricio), se encontró con un antiguo alumno y como cabía esperar atendiendo a las mínimas normas de cortesía procedieron a saludarse, preguntando Don Patricio efusivamente que qué tal le iba y cómo estaba su viejo alumno y contestando éste, "Tan callando", lo cuál al parecer llenó de orgullo y satisfacción al ilustre profesor de Literatura. Para todo aquél que ande escaso en el conocimiento de la historia patria de la tinta y la pluma, comentaré que este "Tan callando", pertenece a una poesía de la obra "Coplas por la muerte de su padre" del poeta prerrenacentista Jorge Manrique y que comienza de esta manera:

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.


¿A qué viene todo esto?, se preguntará más de un lector. Pues todo lo anterior me ha puesto a reflexionar acerca de la relación existente entre el "Tan callando", la muerte del progenitor de Jorge Manrique y el tipo de métrica adoptada por el poeta para sus poemas, el pie quebrado, ya que éste último participio, quebrado, refleja a la perfección la actual situación de España como Nación y su Estado, con mayúsculas.
Estamos inmersos en una vorágine de decadencia tanto política y económica, como social y cultural, la cuál vorágine, en lugar de ir remitiendo, está aumentando sin visos de detenimiento. Y, ¿quién tiene la culpa del estado actual de la situación?, pues desde mi humilde punto de vista y sin entrar en detalles de teoría política que en primer lugar no tengo gana de dilucidar sobre ello y en segundo, tampoco creo que el lector esté muy interesado en dichos detalles, la culpa la tiene la actual organización jurídica y política de España y su Estado, la Monarquía Parlamentaria, asentada en una democracia partitocrática de corte liberal-burgués que poco a poco nos está corroyendo cual ácido sulfúrico es capaz de corroer los más impensables materiales.

Estamos siendo testigos de lujo y excepción de la intervención quirúrgica a la que están sometiendo a España este hatajo de médicos sin título que es la clase política y el resto del coro de la tragedia griega (a buen entendedor pocas palabras bastan), con el único objetivo de matarla por aplicación de eutanasia activa. ¿Hasta cuándo vamos a aguantar el actual estado de caos?, ¿hasta cuándo estamos dispuestos los jóvenes a consentir que se nos siga tratando como ganado marcado res a res por el incandescente hierro de la farsa que hay orquestada?.
Necesitamos una regeneración política, una reinvención del Estado y la Nación, invertir la actual situación que ya no se sostiene ni por el canto de un duro y derrocar el turnismo político y sus muros de contención levantados desde no se sabe qué esferas y no se sabe para qué intereses.

Haciendo uso de unas palabras que con la dialéctica habitual de Arturo Pérez-Reverte dicen: "Si este país no fuese un país analfabeto, cuando a la gente le dicen: estos son los buenos y estos los malos dirían, ¡no me cuentes historias! que yo sé muy bien de qué estamos hablando, que yo he leído...
El problema es que España es un país inculto, España es una país gozosamente inculto, es un país deliberadamente inculto, que hace ya mucho tiempo que alardea de ser inculto...", seguiremos "Tan callando", viendo cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte y asistiendo al quiebre y posterior ruina de todo lo que hoy conocemos que ya está tocado, aunque todavía, podemos hacer algo para que no termine de hundirse.