domingo, 31 de octubre de 2010

Antihalloween.

Empiezo a estar poco menos que hasta los cojones y cada año más, de que cuando se acercan estas fechas, una parte de la sociedad, sobre todo la juventud extremadamente borreguil y sin nada mejor que hacer, empiece a comportarse de manera preocupantemente absurda. Sí, exacto, no es muy difícil hacerse una ligera idea de lo que estoy hablando atendiendo al título de este artículo.

Nunca me ha gustado, ni me gusta, ni me gustará, que en España desembarquen tradiciones completamente ajenas a nuestra idiosincrasia, y mucho menos que dichas tradiciones se solapen con otras tan arraigadas en nuestro suelo patrio como es la Festividad de Todos los Santos. Halloween, una fiesta de origen y ritual netamente pagano, Celta para ser más exactos, arraigada principalmente en Irlanda y posteriormente llevada a Estados Unidos de América por los irlandeses que allí desembarcaron en busca de una "nueva vida", fiesta sabiamente explotada por este capitalismo globalizador y vilmente desvirtuada de sus ancestrales orígenes, cada día está más presente en esta España nuestra, no el ritual pagano y su significado, no, si no toda la carnaza mercantilista que la acompaña. No concibo cómo podemos llegar a ser tan súmamente ineptos e inanes para dejar que año tras año, esta fiesta arraigue en nuestro acervo colectivo dejando cada vez más ignorada e incluso mal vista nuestra tradicional fiesta a Todos los Santos.

Recuerdo, cuando iba al pueblo en esta fecha, las campanas de la iglesia tocando difuntos toda la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre, la peregrinación constante de gentes al cementerio para adornar las tumbas de sus familiares con velas y flores naturales, ese silencio casi místico en el camposanto, a última hora de la tarde, prácticamente en penumbra, esas pequeñas estancias frente a tumbas y nichos de nuestros familiares, amigos, conocidos o simplemente vecinos del pueblo que allí reposan. Cuántas historias personales habrá allí sepultadas, historias de amor y odio, de guerra y paz, de hambre, de miseria, de trabajo, de sufrimiento, de dolor, de libertad, de venganzas, de aventuras y desventuras. Allí está una parte de la historia de mi pueblo, al igual que en todos los pueblos de esta bendita Patria tienen enterrada parte de la suya, y todas ellas unidas, son parte de la historia de España. Sirva el día 1 de noviembre, más allá de connotaciones religiosas, para rendir nuestro pequeño homenaje y acordarnos, aunque sólo sea unos minutos de nuestro sobrevalorado tiempo, de todos aquéllos gracias a los cuales estamos nosotros hoy aquí, nuestros muertos, sí, nuestros muertos, nuestros antepasados, padres, hermanos, abuelos, bisabuelos, tatarabuenos, todas y cada una de nuestras generaciones pasadas que lucharon a sangre y fuego, con sudor y lágrimas, para darles a sus descendientes una vida mejor de la que ellos tuvieron.

Por todo lo anterior me pongo de mala hostia cuando cada año son más los imbéciles de este país que celebran Halloween, una fiesta que banaliza la muerte cuando no se la toma a broma. La puta globalización hace a estos mentecatos plegarse a manifestaciones festivas que son ajenas a nuestro país y tradición, en detrimento de fechas tan señaladas como el día 1 de noviembre, que en España, ayer, hoy y por siempre será Día de Todos los Santos. Que se metan su truco o trato por donde les quepa, al igual que sus calabazas y sus bochornosos disfraces. Nosotros, seguiremos yendo al cementerio, en honor de los nuestros que ya no están, por lealtad, por memoria y sobre todo, por respeto.